Beyoncé publica su primer álbum ‘country’ el viernes, un proyecto que ha puesto de relieve tanto la larga historia de los artistas negros en este tipo de música como los esfuerzos por cambiar el relato de la industria, dominada por blancos y hombres, para crear un Nashville más inclusivo.
Williams es una de los cerca de 200 artistas asociados al Black Opry, un colectivo que lleva tres años presentando y amplificando las voces de artistas negros que trabajan en géneros como el country y el folk.
“Siempre he sido una gran aficionada a la música country, y siempre me he sentido aislada en esta experiencia. Especialmente como mujer negra queer, no se ve mucha representación, ni en los artistas, ni en los fans, ni en el material de marketing”, explica a AFP Holly G, fundadora de Black Opry.
El nombre del colectivo es una referencia directa al Grand Ole Opry, el casi centenario espacio de actuaciones country cuya complicada historia ha estado marcada por intérpretes negros, pero que a lo largo del tiempo también ha destacado por artistas y líderes políticos vinculados a ideologías racistas.
Hughes espera que “el efecto Beyoncé” impulse a esos músicos y compositores del género que han trabajado con esfuerzo para “abrir puertas”.
El country es un estilo musical estadounidense por excelencia, con influencias africanas: el banjo, por ejemplo, surgió de instrumentos traídos a América y el Caribe por los esclavos en el siglo XVII. Sin embargo, el country contemporáneo ha desarrollado una imagen abrumadoramente blanca, machista y conservadora, y los líderes de la industria se resisten al cambio.
A principios del siglo XX, la industria musical adoptó etiquetas para catalogar las canciones en los rankings de las más escuchadas, como “hillbilly” para la música hecha por blancos y “race records” para la música afroestadounidense, clasificaciones que más tarde evolucionarían como country y R&B, respectivamente.